Mediante una casualidad no tan casual la editora de una revista mensual de nuestro medio sugirió que reseñara un libro. Parece que la directora del medio estaba leyendo este blog y le comentó algo a la editora que dijo algo así: “ ah, así que a hi way le gusta escribir, no querrá reseñar un libro para ……..”.
Allá vino la directora, con la que me une una relación personal importante, a hacerme esta propuesta. Mi primera reacción, obvio, fue de rechazo. Ni loco, qué soy yo para escribir una reseña. Nada. Primero, no conozco nada de la obra del autor, segundo, me parece una falta de respeto, hay gente que estudia para hacer estas cosas, o no estudia, pero sabe hacerlas. También me pareció que al aceptar estaba bastardeando un poco a una tan digna profesión. Porque uno tiene que adentrarse en una profesión si considera que le puede aportar algo a la misma, de lo contrario, mejor mantenerse al margen.
Pero, la cuestión es que, por otra parte, me alegró la propuesta, me alegró que alguien considere que yo puedo realizar esa tarea. A esto se le agrega el hecho de que el autor cuyo libro me han ofrecido reseñar es un coterráneo al que conozco y estimo. Entonces, supongo que escriba lo que se escriba acerca de su nuevo libro, esto siempre contribuirá a su propagación, algo que en última instancia busca (casi) cualquiera que publica un libro. La reseña tenía que ser pequeña (2000 caracteres), así lo exige el formato de la revista, cosa que facilitaba la posibilidad de lograr cumplir con el trabajo. También, un poco de osadía tampoco viene mal, mejor dicho, viene bien, en todo sentido. Es como si mañana alguien me dice para hacer un lechón a la parrilla, puedo responder, no, ni loco, nunca hice, o responder, si, dale, lo hacemos en casa, vuelta y vuelta.
Entonces, todas estas cosas del último párrafo, pesaron más que las del párrafo anterior y me lancé a la aventura, bah, acepté, que no es lo mismo que entregar el trabajo. Primó un espíritu similar al que gobierna este blog, de última vamos a ver con qué salgo. Así que ahora la cosa es reseña vuelta y vuelta.
También vale aclarar que el medio, digamos, no es Ajo Blanco, o El País Cultural, es un medio donde el tema literario entra de forma solapada, por lo tanto, quizás hasta una pésima reseña pueda pasar desapercibida.
Bueno, recibí el libro, bastante corto, por suerte, e instantáneamente me dije, luego de que termine cierto trabajo importante que estaba haciendo le hinco el diente al asunto. Lo primero que se me ocurrió y me mantuvo contento fue el seudónimo. Contento con el seudónimo pasaron semanas donde agarraba el libro leía el primero párrafo, quizás las primeras dos hojas y lo dejaba. No, no, no es el momento, no estoy en el estado de ánimo adecuado, y ahí quedaba el libro y yo inmiscuido en otras lecturas que no implicaran una obligación consecuente. Entonces pasé semanas siempre absorbiendo la misma imagen de un párroco manco en una ventana y una aclaración previa que argumenta que los hechos relatados surgen de una revelación que sufrió el autor un domingo de febrero de 1999.
Lo segundo que me divirtió del tema reseña es esto, hacer este relato en el blog. Un relato de un debut como reseñista me parece algo gracioso.
A pocos días de vencer el plazo de entrega, ni había leído el libro, entonces, surgió un viaje afuera por el fin de semana y me dije, ahora o nunca, aparte es el último número de la revista del año, o sea que o sale ahora o no sale nunca y no debe haber mejor amigo de la lectura que un viaje largo en ómnibus.
Otra cosa importante a favor de hacer este trabajo es que no es una verdadera obligación, y no hay cosa que me guste más que posponer las verdaderas obligaciones haciendo antes cualquier cosa. Por ejemplo una reseña.
Efectivamente logré leer el libro en el viaje y terminar otro que estaba medio ahí, y por suerte, me gustó. Ahora, me tengo que entregar a escribir esos malditos caracteres, algo que probablemente haga y seguramente me parezcan una mierda. Probablemente escriba la nada, 2000 caracteres de simpáticos nadas flotando en la planilla blanca (prefiero esto a tratar de hacerme el conocedor de algo que no conozco).
Convoco en este momento a las musas de la reseña a que me ayuden y me den letra y confianza (ahora recuerdo que otro medio de características similares ya ha publicado algo sobre este libro y agradezco profundamente no haberlo leído, porque, entonces, todo sería más difícil aún).
En el mismo momento en el que el ciberespacio comienza a albergar este posteo, reposa, supongo, la reseña en la casilla de entrada de correo de la directora de la revista. He cumplido.
Nota al margen: Es increíble lo fácil que se me hace escribir el relato de la reseña y lo difícil que se me hace escribir la misma.