SUMMER TIME

Ya entendí porque la fiesta de la nostalgia es tan importante. Es la rabia contenida generación tras generación por habernos independizado. Esa maldita declaración de independencia, que necesidad. Tener que empezar a llenar estas praderas suavemente onduladas de símbolos patrios. El pintor de la patria, el poeta de la patria, el himno, la bandera, todo. Como se dice hoy día, no estabamos psicológicamente preparados. Menos aún cuando de golpe se achicó el territorio a la mitad. Tomá nene, andá, querés independencia tomá, pero no jodas más, ah, me olvidaba, la frontera arranca allá en la laguna merín. Punto.

Ahora, desde hace unos años a la fecha se recibe tan importante declaración con "La fiesta de la nostalgia*". Eso es ser auto critico. Recibimos los festejos por nuestra independencia con una fiesta cuyo leitmotiv es ser indulgentes ante nuestra noble tristeza melancólica oriental.

Pero, a pesar de todo, se ve que esta mixtura de colonos españoles e italianos, y alguna otra cosa más, lo que ha dado son buenos bolicheros. Requiere de un gran ingenio inventar la fiesta de la nostalgia, característica más que arraigada en nuestra idiosincrasia. Otro maracanazo.
Imagino a Mr Shopping Center pensando, por un lado, que hacer con todos esos discos de Zum-Zum, más bien, pensando que hacer con ese boliche de eterna trayectoria, (como todo lo eterno, ya bastante acabado) y por otra parte pensando cual es la característica que mejor define a este dichoso pueblo oriental. No es muy difícil llegar a la directa conclusión de que ciertamente nos apoyamos en un sólido muro de tristeza melancólica. Un de los pocos feriados que no se modifica en busca del fin de semana largo define la escena. Fiesta de la Nostalgia. Así nomás. A los pocos años la cosa toma dimensiones mundiales (metafóricamente hablando) y las fiestas navideñas y de fin de año quedan relegadas ante la nostalgia, algo bastante lógico y digno de este terruño. El nombre original patentado y cientos de variantes para llamarle a lo mismo. Esto también hubiera pasado con la Navidad de ser ella patentable. Entonces tenemos la fiesta de los recuerdos, la fiesta de la anti-nostalgia, la fiesta reíte de la nostalgia (dicho sea de paso, fiesta en la que alegremente estaré trabajando, la de amarillo se suspendió). Bueno, cada boliche monta su versión de lo que quiere recordar para olvidar lo que siempre recuerda, eso que siempre fue mejor. Musicalmente hablando, es raro, porque los Beatles me suenan más contemporáneos que Gomaso subete, subete y el noventa por ciento de las radios locales no compran un disco desde antes que se inventara la fiesta de la nostalgia. Exagerando un poco. Entonces, las fiestas, todas, se transmutan en formato fiesta de casamiento sin vergüenza ante los golpes bajos. Todo el mundo contento, el que sale siempre, sale con cierto aliciente, el que sale solamente en esta ocasión es un poseedor de gran entusiasmo, el que se queda en su casa puteando las bajas costumbres de la horda, se queda feliz ante la perspectiva de no participar.

El 25, el día siguiente, ese importante día en el que evocamos nada más y nada menos que nuestra declaratoria de independencia, la resaca lo domina todo y felices olvidamos el motivo del feriado ante la inminente preocupación de hallar aspirinas.

*Expresión horriblemente utilizada, porque sería algo así como la fiesta de la tristeza melancólica por el recuerdo de una perdida. Pero las contradicciones son muy nuestras y es verdad que los cerros chatos son chatos y hay que festejar.